Diógenes, el cínico

Cuentan quienes despreciaban a Diógenes que vivía como un perro. De este animal doméstico se cree que proviene el término "cínico". No sabemos si es cierto, pero de seguro Diógenes no debía de ser un individuo muy fácil de tratar, dado que despreciaba la vida social y no tenía pelos en la lengua a la hora de destripar a todo aquel al que creía estúpido, engreído, vanidoso o necio. Hoy en día decimos que alguien es cínico cuando falsea la realidad sin disimulo y con desprecio. Nada más lejos de las intenciones de Diógenes, al que precisamente lo que le fastidiaba era la mentira y la estupidez humanas.

Igualmente se utiliza al famoso filósofo (muy probablemente por su extraña forma de vida) para nombrar una enfermedad mental, el "síndrome de Diógenes", que se manifiesta en personas mayores y que consiste en un abandono total de las normas básicas de higiene y cuidado personal, llegando a acumular ingentes cantidades de basura en su propia casa.

Por cierto, podemos citar a otros cínicos pero del siglo XX, que sin ser filósofos de profesión podrían entrar dentro de la lista de tocanarices. Es el caso de Groucho Marx, Billy Wilder, Woody Allen, o cualquier persona que intenta defender alguna verdad utilizando el sentido del humor o la mordacidad. Pregunta a tus amigos y familiares qué entienden por "cínico". Quizá te sorprendan sus respuestas.

Diógenes rechaza el lujo y la vanidad de la buena vida. Esta convencido de que los ricos se convierten en completos estúpidos. Se es más feliz alejado del ruido, llevando una vida sencilla, en contacto con la naturaleza, como los animales. Siglos después este estilo de vida atraería también a grupos como los monjes o los ascetas, que buscan a Dios alejándose del mundo en sus monasterios o iglesias. O los hippies de los sesenta, que rechazaban la forma de vida conservadora de sus padres y se reunían en comunas donde compartían lo poco que tenían en un ambiente de paz y buen rollito.

Cuentan los historiadores que Diógenes vivía en un barril, y que con eso le bastaba para ser feliz. Su fama de austero y honesto llegó incluso a oídos de Alejandro Magno, que se dice fue a visitarle. Viendo la independencia y sabiduría del cínico le ofreció aquello que él quisiera. Y Diógenes contesto: "Sólo deseo una cosa: que te apartes y no me quites la sombra".

Diógenes quizá sea uno de los personajes de la historia de la filosofía más curiosos y propensos a que se saquen de él anécdotas de las que no sabemos muy bien si fueron o no verdaderas. Aquí os dejo algunas de ellas:

Proclamaba que los dioses habían otorgado a los hombres una vida fácil, pero que éstos lo habían olvidado en su búsqueda de exquisiteces, afeites, etc. Por eso, a uno que estaba siendo calzado por su criado, le dijo:«No serás enteramente feliz hasta que tu criado te suene también las narices, lo que ocurrirá cuando hayas olvidado el uso de tus manos».

“Afirmaba también que las cosas de mucho valor tenían muy poco precio, y a la inversa: una estatua llega a alcanzar los tres mil dracmas mientras que un quénice de harina se vende a dos ochavos”

“Solía decir, como sabemos por Hecatón en sus Sentencias, que es preferible la compañía de los cuervos a la de los aduladores, pues aquéllos devoran a los muertos; éstos, a los vivos.”

“Se comportaba de modo terriblemente mordaz: echaba pestes de la escuela de Euclides, llamaba a los diálogos platónicos pérdidas de tiempo; a los juegos atléticos dionisíacos, gran espectáculo para estúpidos; a los líderes políticos, esclavos del populacho. Solía también decir que, cuando observaba a los pilotos, a los médicos y a los filósofos, debía admitir que el hombre era el más inteligente de los animales; pero que, cuando veía a intérpretes de sueños, adivinos y a la muchedumbre que les hacía caso, o a los codiciosos de fama y dinero, pensaba que no había ser viviente más necio que el hombre."

Estaba el filósofo Diógenes cenando lentejas cuando le vio el filósofo Arístipo, que vivía confortablemente a base de adular al rey. Y le dijo Arístipo: «Si aprendieras a ser sumiso al rey, no tendrías que comer esta basura de lentejas». A lo que replicó Diógenes: «Si hubieras tú aprendido a comer lentejas, no tendrías que adular al rey».

Para saber más:

La secta del perro
La ética cínica
Cuestionario